A un tiburón tu lo metes en una pecera y no deja de ser un animal salvaje no es domestico por meterlo de pequeño en una pecera, pues lo mismo pasa con los monos, tigres, etc... cuando sean adultos los genes "salvajes" saldrán y el echo de estar en cautividad les provoca TRISTEZA Y DOLOR
Es un articulo extraído Marina Mangas Sánchez que lo escribo en blog del PACMA. Me encanto por eso lo pongo aquí
La tendencia actual y creciente de adquirir animales exóticos o silvestres como “mascotas” alimenta el tráfico de especies (el mercado negro más lucrativo después de las armas y la droga), provocando no sólo un intenso sufrimiento a estos individuos, que son obligados a vivir en cautiverio en unas condiciones a las que no están adaptados, sino también el desequilibrio y la decadencia de los ecosistemas, al mermar su biodiversidad.
Se llaman animales domésticos a aquellos que, a través de cambios genéticos seleccionados y ocurridos secuencial-mente mediante generaciones, fueron escogidos por poseer las características que les conferían una mejor adaptación a vivir junto al ser humano. La domesticación es un proceso evolutivo muy largo.
Las especies silvestres, en cambio, y a diferencia de las domésticas, necesitan su hábitat natural para sobrevivir. Es por ello que, salvo algunas excepciones, los animales silvestres son difíciles o imposibles de cuidar en cautividad. A estos no se les domestica por el simple hecho de ser capturados cuando nacen, o por ser criados por un humano. A medida que cualquier animal silvestre crece, el comportamiento instintivo del adulto reemplaza el comportamiento dependiente del cachorro. Inevitablemente demuestra una tendencia destructiva y aparentemente temperamental sin provocación, siendo plenamente refutable la creencia popular de que “cualquier animal puede convertirse en un animal de compañía”.
Según WWF (World Wide Fund for Nature), el tráfico internacional de especies amenazadas es un inmenso negocio delictivo: más de 157 millones de euros anuales de beneficio; unas 700 especies a punto de extinguirse; 230.000 primates, 1,13 millones de aves vivas, casi 4 millones de reptiles vivos, 350 millones de peces tropicales..., comercializados en un solo año.
El tener como “mascota” un animal exótico acarrea mucho sufrimiento causado por el desconocimiento sobre las necesidades de la especie. El animal es aislado de su medio natural y de los otros miembros de su raza, se le condena a vivir en soledad sin las interacciones normales de su especie, y se le priva de libertad, obligándolo a ingerir alimentos inapropiados. Esto desemboca irremediablemente, y en el mejor de los casos, en una muerte prematura.
Por si fuera poco, la tendencia actual y creciente de adquirir animales exóticos o silvestres como animales de compañía acarrea importantes problemas de salud pública, ya que pueden ser portadores de enfermedades de tipo viral, bacteriano, parasitario y fúngico transmisibles al hombre o las especies autóctonas. Además, los veterinarios especializados en fauna silvestre son escasos, por lo que las medidas de medicina preventiva son más difíciles de llevar a cabo.
Por último, la adquisición y tráfico de animales exóticos o silvestres como animales de compañía comporta en un daño muy profundo y a mayor escala: el declive progresivo del medio natural de donde son extraídos estos animales y del hábitat donde son introducidos, consciente o inconscientemente, sin que se dé un proceso de adaptación por selección natural. Según la organización Defenders of Wildlife de México, el tráfico de mascotas exóticas ha puesto en riesgo de extinción a once de las veintidós especies de periquitos que existen en México. En su estudio se señala que el comercio ilegal afecta en mayor o menor grado a diecinueve de las veintidós especies de esta ave y advierte de que en el mercado se venden entre 65.000 y 78.500 ejemplares.
Los ecosistemas poseen un delicado equilibrio entre los seres vivos y el medio en el que viven, formando eslabones de una cadena. Si este equilibrio se ve alterado por un suceso negativo, toda esta cadena absorbe este impacto y lo compensa de forma paulatina en un tiempo determinado. La introducción en hábitats autóctonos de estas especies exóticas, por abandono o escape, supone un enorme problema, ya que se convierten en especies invasoras, desplazando, depredando, hibridando y en último fin extinguiendo a la fauna autóctona.
El expolio de animales silvestres del medio natural se hace de tal forma que no se le permite al ecosistema absorber el impacto, ya que la tasa temporal de renovación es inferior a la de la sustracción. De esta forma las poblaciones no se renuevan generacionalmente y comienza el penoso camino hacia la extinción. Cuando una población entra en decadencia y desaparece no solo hay que lamentar una gran pérdida zoológica, sino que son muchos más los animales y plantas que se ven afectados y arrastrados. El nicho ecológico vacante cuando desaparece una especie puede ser ocupado de forma aberrante por otra, creciendo de forma incontrolada o despareciendo si se alimentaba de la extinta. Según la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturalez y los Recursos Naturales) cada año se extinguen en el planeta entre 10.000 y 50.000 especies.
La conservación de la biodiversidad está íntimamente ligada a la desaparición del tráfico y comercio de animales y plantas silvestres. Tanto es así, que éste se considera el segundo factor de importancia en la desaparición de especies, después de la destrucción de sus hábitats.
El tratado CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) es un acuerdo internacional concertado entre los gobiernos. Tiene por finalidad velar por que el comercio internacional de especímenes de animales y plantas silvestres no constituya una amenaza para su supervivencia. Pero desgraciadamente muchos comerciantes de animales escapan a estos controles. Prueba de ello es que en el mercado podemos adquirir casi cualquier especie, por muy exótica o rara que sea. Según los datos de las organizaciones TRAFFIC y WWF, cada año se comercia ilegalmente con primates, aves, reptiles y mamíferos. A causa de este comercio ilegal, unas 700 especies se encuentran ya al borde de la extinción. Además el tratado de CITES es un acuerdo internacional al que los Estados se adhieren voluntariamente (en la actualidad sólo hay 177 países) y se pueden retirar de la Convención en cualquier momento mediante un proceso de denuncia. Esto ha ocurrido con los Emiratos Árabes Unidos, estos se adhirieron a la Convención el 21 de noviembre de 1974 y se retiraron de ella el 27 de enero de 1988. No obstante, los Emiratos Árabes Unidos se convirtieron nuevamente en miembro en la CITES el 9 de mayo de 1990.
A pesar de los esfuerzos de gobiernos, de organizaciones no gubernamentales y de individuos comprometidos para concienciar sobre la problemática de los animales silvestres como mascotas y de la subyacente modificación de las condiciones de ecosistemas y del equilibrio ecológico, el tráfico seguirá mientras haya demanda. La responsabilidad final recae sobre aquellos que, como resultado de una moda o de un capricho momentáneo, adquieren estos animales. Es necesario que se comprenda que el lugar de todos los animales silvestres es el medio natural, y es allí donde deben ser admirados.
fuente http://blog.pacma.es/2013/trafico-de-especies-mercado-de-esclavos-del-siglo-xx/